Un
beso atropellado cae
herido
de muerte, en el asfalto
dorado
de la tarde de enero
agitando
los trozos de vida.
Las
plumas huérfanas de pájaro
vuelan
locas sin rumbo
buscando
unos labios de carmín
como
madrasta o como amante.
Cae
la tarde atropellada
y
fría con cortinas negras
que
cierran la escena con aplausos
fuertes
de neumáticos viejos.
Un
girasol asomado en un arcén
cierra
sus mil ojos con dedos
amarillos
sin lágrimas y clama
su
dolor por el beso.
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