Hay un camino donde
mil
ojos miran, ríen y
aplauden.
La figura vencida
deja un
reguero de sangre.
Huele a gasolina, a
hiel.
El carnicero separa
el tendón
de la carne magra de
su sonrisa.
Sus lágrimas vuelan.
Dedos partidos sin
hazañas.
Manos blancas sin
triunfos.
Sarmientos como pies.
Barril de roble como
corbata.
Una garganta como un
cojón.
Dos orejas cerosas
arrepentidas.
Y ojos en huelga de
ver
por haber visto.
Los canosos pelos
bailan
sordos y ciegos en la
copa de triunfos.
Al fondo, el horno
encendido pide,
a gritos, algo que
calcinar.
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